15 feb 2011

Historia de una adopción: Algunas reflexiones

Escribí esto hará una semana. Lo hice porque necesitaba volcar al papel todo el cúmulo de sensaciones que me produjo el paso delante de la adopción. Sí, es cierto que llevamos varios meses con ello, como ya contaré, pero ignoro porqué, el hecho de firmar el contrato me dio la impresión de ser un hito muy importante. El documento tiene el valor del momento, aunque supongo que hay muchas cosas que se pueden mejorar, pero lo voy a dejar tal cual. No me importa tanto cómo lo dije, sino lo que dije.


Empezamos…

Hoy me siento como el primer día del resto de mi vida. Ayer iniciamos (con mi mujer) el proceso de adopción de un niño (o niña) en Bulgaria. Digo que lo iniciamos ayer (firmamos el contrato con la ECAI), pero no es estrictamente cierto, ya que antes pasas por las manos de la Generalitat, que lo retrasa y embrolla todo, con el maldito certificado de idoneidad (ahora os hablaré de él).

Los que nos conocéis sabéis que hace un par de años hubo un embarazo que no llegó a término, pero la adopción requiere de mucha más reflexión, el embarazo (al menos cuando no requiere intervención ajena) es mucho más natural, no requiere (o a nosotros no nos requirió) una reflexión profunda sobre lo que eres, sobre a dónde vas, sobre si en tu vida cabe un niño, sobre si vas a ser buen padre. Supongo que esos miedos se producen con el parto, o van apareciendo poco a poco.

Sin embargo, el estudio de idoneidad (y los cursos que van asociados a él) te hace plantearte muchas cosas. Por cierto, cuando hablo de que esto lo embrolla no lo hago en contra de ese estudio. No, es necesario (ahora os cuento), pero lo que es indignante es la falta de respeto para los tiempos que ellos mismos se ponen. Si tengo seis meses para tener el resultado son 6 meses. Ni verano por en medio, ni navidades ni nada. Desde que presento los papeles hasta que puedo tramitarlo con la ECAI tienen que pasar 6 meses, no 10. Pero con la burocracia hemos topado, amigo Sancho.

Y sin embargo os voy a decir una cosa. No creo que haya niño más deseado que un hijo adoptado, ni en el que se hayan puesto esperanzas y anhelos durante tantos años. El problema igual es saber estar a la altura como padres, porque al niño no se le puede pedir nada.

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